Con impuestos, el Reino Unido lucha contra el CO2, y lidera los recortes de emisiones de gases de efecto invernadero entre las potencias de Europa.

Por: MANUEL PLANELLES 

31 de agosto 2017 , 08:40 p.m.

¿Puede un país desarrollado dejar de quemar carbón, una de las formas más contaminantes de generar electricidad? El Reino Unido está demostrando que sí. Y en un tiempo récord. El 39,7 por ciento de la electricidad en este país procedía de las centrales térmicas de carbón en 2012; ese porcentaje cayó al 9,1 por ciento en 2016. Y sigue bajando gracias a las medidas del Gobierno, entre ellas elevar el precio del dióxido de carbono (CO2, el principal gas de efecto invernadero) que las centrales expulsan.

El 21 de abril, el Reino Unido estuvo 24 horas seguidas sin emplear carbón para producir electricidad. Era la primera vez que ocurría. Este dato, en cierta forma anecdótico, es la punta del iceberg de un movimiento de mucho más calado. En julio, solo el 2 por ciento de la electricidad provino de las térmicas de carbón, el porcentaje más bajo en 135 años, según resalta Aurora Energy Research, grupo de analistas de la Universidad de Oxford.

Esta drástica reducción en el uso de este combustible fósil ha llevado al Reino Unido a convertirse en un alumno destacado en el recorte de las emisiones de gases de efecto invernadero, como se desprende de los datos recabados por El País de los inventarios que los miembros de la UE envían anualmente a la Agencia Europea del Medio Ambiente.

Seis países –Alemania, el Reino Unido, Francia, Italia, Polonia y España– acumulan alrededor del 70 por ciento de todos los gases de efecto invernadero de la UE. El Reino Unido –con un recorte del 5,6 por ciento– fue en 2016 el que más los redujo de esos seis Estados. En España cayeron un 3,5 por ciento –fundamentalmente por el clima–, mientras que en Alemania y Francia crecieron un 0,3 por ciento y un 1,3 por ciento, respectivamente.

El 21 de abril, el Reino Unido estuvo 24 horas seguidas sin emplear carbón para producir electricidad

Tras ese recorte de los gases de efecto invernadero –responsables del cambio climático, según el consenso científico– está la reducción en el uso del carbón. “El país está haciendo una rápida transición”, indica David Robinson, miembro del Oxford Institute for Energy Studies.

Robinson resalta la importancia de un impuesto que el Gobierno británico introdujo en 2013. “Este impuesto ha sido importante en las decisiones de cerrar centrales de carbón”, explica. Este tributo –el carbon price support– corrige los desajustes del sistema europeo de comercio de emisiones, que pone precio a la tonelada de CO2 que expulsan las instalaciones industriales de la UE –como las centrales térmicas–.

Este mecanismo debería servir para que, poco a poco, las formas más contaminantes de producir electricidad fueran reduciendo su peso en el mix energético europeo. El problema es que el precio del CO2 en este mercado está tan barato –esta semana ronda los 6 euros por tonelada– que no resulta eficaz.

El Reino Unido decidió intervenir y fijar un suelo, que ahora está en las 18 libras (19,3 euros) por tonelada. Si el precio en el mercado europeo no llega a esas 18 libras –lo cual no ha ocurrido desde que implantó el tributo en 2013–, las centrales británicas tienen que pagar ese impuesto. Esto, unido a las directivas europeas sobre contaminación, ha llevado a las empresas a ir cerrando centrales de carbón.

Así ocurrió con la térmica escocesa de Longannet, la mayor del Reino Unido y que Iberdrola clausuró en marzo de 2016. “La decisión se tomó motivada por la señal económica que recibíamos por el piso de precio al carbono (…) y porque entendemos que hacia el futuro las señales económicas no solo no disminuirían, sino que se incrementarían por los compromisos del Acuerdo de París y la creciente presión sobre el resto de emisiones”, explica Carlos Salle, director de Políticas Energéticas y Cambio Climático de Iberdrola.

Las energías eólica y solar también se han disparado, al pasar de aportar el 15 al 24,7 % de la electricidad

Más gas y renovables

Cuando se instauró el suelo para el precio del carbono, el Gobierno británico se mostró ambicioso. Según un informe del Parlamento del Reino Unido de noviembre, los planes eran que en 2020 el suelo estuviera en las 32 libras y en las 75 en 2030. Pero, ante las quejas de algunas empresas –que vaticinan una pérdida de competitividad–, el Gobierno ha decidido que seguirá siendo de 18 libras al menos hasta 2021.

Pese a este último movimiento, el carbón sigue cayendo. Pero, ¿con qué fuente se ha sustituido? Principalmente, con gas. En 2012, el 27,8 por ciento de la electricidad procedía de las centrales de gas. Cuatro años después, ese porcentaje había aumentado al 42,6 por ciento. El mismo informe del Parlamento británico explicaba que la “generación con carbón produce alrededor de dos veces más de dióxido de carbono por unidad de electricidad que la generación con gas”. Por eso, el gas se ve mucho menos afectado por el suelo fijado para el CO2. Y por eso también el Reino Unido encabeza la reducción de sus emisiones en la UE.

Las energías renovables –eólica y solar– también se han disparado, al pasar de aportar el 15 por ciento de la electricidad en 2012 al 24,7 por ciento en 2016. Mientras, la nuclear apenas ha variado; solo ha crecido 1,8 puntos.

En aquel informe del Parlamento británico se resaltaba que la UE –de forma colectiva– y Francia –individualmente– plantearon un suelo en el mercado europeo de emisiones. Pero la propuesta se rechazó en última instancia.

MANUEL PLANELLES
Ediciones EL PAÍS, SL 2017